martes, 18 de junio de 2013

REBECA


Rebeca contaba historias tenebrosas de sus tiempos de enfermera en el internado de Morelia. Rebeca se fue muy joven, de 14 años y allá se fue a aprender a trabajar con doctores y con enfermos y con otras enfermeras. Allá fue a aprender historias maravillosas sobre fantasmas reales e imaginarios, sobre amores prohibidos con fines trágicos y sobre las oportunidades que la gente ve en cuanto se cura de enfermedades terribles. Creo que fueron los mejores años de su vida y tal vez los más terribles al verse sola sin su madre. Escribió un cuento en una antología de Relatos de Enfermeras o algo así. Mi tía escribía de la nobleza de la profesión. Su aportación era más un ensayo que un relato. Pero en persona nos contaba dos anécdotas. Una era la de otra enfermera que había salido del turno de la noche, muy tarde, casi de madrugada. Tenía que cruzar el jardín, que con los árboles y las sombras daban un aspecto siniestro, más parecido al bosque de un cementerio. El caso es que la niña esta, pues apenas era joven, tuvo que cruzar el jardín tenebroso sola y a oscuras porque no había luz. Sola la luz mortecina que la luna proyectaba a través de las nubes. La joven enfermera sintió el viento helado y se cubrió bien con su capa azul marino, pero en eso sintió que una mano tiraba de ella. La chica se tensó. Con sus manos tomó su capa y la soltó. Corrió veloz sin volver la mirada ni una sola vez. A la mañana siguiente encontraron la capa colgada de la rama saliente de un árbol. Se había atorado.  pero también nos contó la historia de una joven enfermera que fue seducida por un médico sin escrúpulos y que luego cometió suicidio. Decía que su fantasma sí se aparecía. El caso es que cuando mi tía volvió del internado en Morelia, traía más experiencias que anécdotas. De 18 años comenzó a trabajar en un hospital donde el proveedor de una de las medicinas era un tal Eloy Santín.
     Eloy era muy alto, delgado, formal, con voz grave y profunda. Eloy tenía un laboratorio donde se fabricaban las pastillas. Luego las llevaba al hospital. Así se conocieron. Se casaron por allá en los 40. Mi tía dejó el hospital y cambió el uniforme por vestidos y mandiles. Tuvieron seis hijos: Maricela, Osvelia, Erick, Eloy, Perla y Yuri. Y Marco. En un momento Eloy decidió cambiar de giro y entonces se dedicó a la elaboración de banderas. Compraba rollos de satín blancos, verdes y rojos. Tenía bordadoras de águilas y vendía en escuelas y otro tipo de instituciones que necesitaban tener una bandera. Eloy siempre vestía de traje. Maricela, Osvelia y Perla estudiaron para ser maestras normalistas y Erick, Eloy y Yuri estudiaron para ser abogados. Cuando yo los conocí ya tenían muchos años de casados y sus hijos eran mucho mayores que yo. Es más, Maricela y Osvelia ya estaban casadas. Mari tenía dos hijas, Ale y Tita y al poco tiempo Osve dio a luz a Vero.
      Mi tía Rebe y mi tío Eloy vivían en una casa grande, como de tres pisos en uno de los barrios más acomodados de Toluca y me gustaba mucho ir ahí porque era fresca y había televisión en la recámara de mi tía. La entrada tenía una reja negra con barrotes horizontales y anchos muy de moda en los setenta. A la izquierda estaba la entrada principal y a la derecha estaba la entrada por la cocina. A veces entrábamos por una, a veces por otra. En la entrada principal estaba un enorme retrato hecho a lápiz de un muchacho . Se veía muy serio. Siempre preguntaba quién era y siempre recibía la misma respuesta, --Tu primo Marco.-- Pero el único Marco que yo siempre he conocido es mi hermano, porque a mi papá, pues yo no le decía Marco. Siempre evitaba responder cuando preguntaba dónde estaba. Años después me enteraría que había fallecido de un tumor en la cabeza aún muy joven y mi tía cargaba con esa pena desde antes que yo la conociera.
       Mi tía tenía un modo de hablar amable y suave. Era muy cariñosa y un tanto empalagosa, muy obsesiva con cuidar a la gente, quizá por haber sido enfermera tantos años. Yo veía que a mis otras tías sus esposos las trataban diferente, eran como cómplices, se hablaban con confianza, pero mi tía Rebe y mi tío Eloy apenas se hablaban. Dormían en cuartos diferentes. Mi tío era muy seco y hosco. Entonces ya tenía una voz cavernosa. Cuando a Juan Carlos se le ocurrió ponerle Moon Ra como la momia de He-Man no pudimos estar más de acuerdo.
      Con el tiempo Erick se casó con Silvia,  luego Perla con Ricardo y luego Eloy con Bety. Yuri se quedó a vivir con mis tíos. 
      Un día, después de muchos años, nos enteramos que mi tío se había ido a vivir con otra mujer a otra casa en Toluca. Una tal Irma, más joven que mi tía. Por supuesto yo la odié sin saber nada de la historia de nadie. Yo soy fiel a mi gente. Me daba pena saber que una tía tan amable se quedara sola. Además mi tío Eloy no era muy amable porque corrió a mi tía Lydia de la casa cuando se divorció y se quedó sola y se fue a vivir con ellos. Lo raro es que después mi tía Lydia era muy amable con Irma y no soportaba a mi tía Rebe.
      Lo buenos es que mi primo Eloy compró una casa pequeña y le dijo a su mamá que se fuera a vivir ahí y que él se iba a la casa grande con Bety y Tania. Mi tía accedió y se fue con Yuri, que le compró un Welsh Corgi muy alegre que se puso obeso de tanto que lo alimentaba mi tía.
      No me acordaba de mi tía Rebe cuando yo era una niña, realmente la quería mucho. Supongo que cuando mi tío se fue, se le cayó la venda de los ojos y tuvo que enfrentar el desamor en el que había estado viviendo y se volvió un poco amargada, tal vez desilusionada, siguió viviendo como por inercia. Su vida son sus hijos y sus nietos. Vive para molestarlos, jejeje. Pero son buenos y no se quejan demasiado. La quieren mucho y le hacen muchas fiestas a las que invitan a toda la familia.
      Yo me enojé con mi tía porque cuando murió mi padre se acercó a mí en el funeral y me dijo que ahora yo debía ver por mi madre. Entonces yo todavía vivía con Rafael y Ame era pequeña y mi vida era un embrollo y no necesitaba otro. Fui muy grosera y pensé que quién iba a ver por mí. Ahora me doy cuenta, mi tía sólo expresaba el dolor que sentía y las ganas que tenía, como hermana mayor, de cuidar a su hermanita, que sabía lo que era estar sola y que sabía que necesitaba la compañía incondicional de sus hijos. Ahora lo sé… y no. Estuve sola y me dolió, pero ya no duele. No sé cuánto tiempo le dolió a mi tía la tumba de mi primo, el vacío que dejó y que ningún otro de mis primos parece haber llenado nunca. No imagino la posición de Yuri, la maldición de llamarse Yuri Marco León, de llevar el nombre de un muerto y de nunca poder alcanzar la estatura de su sombra. No imagino lo que debe ser perder a un hijo cuando aún se es joven y seguir viviendo, despertando cada mañana preguntándose cuál era el plan. Y entiendo lo que debe haber sido vivir con una mujer muerta que vive a pesar de sí misma. La muerte de mi primo, al que nunca conocí, sembró una muerte en mi tía que fue matando el amor que tal vez alguna vez hubo en mi tío. No sé. No justifico, pero me dan pena.

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